Que las cosas desaparecen es algo que el ser humano sabe a ciencia cierta. Objetos, amistades y sentimientos se corroen con el paso del tiempo hasta que un día desaparecen ante tus propios ojos. Sin darte cuenta, terminas una etapa y empiezas otra dejando atrás muchas de las cosas que la identificaban. El mundo y nuestras vidas están en constante cambio, pero es algo que el ser humano no ha sido capaz de asimilar con absoluta tranquilidad.
En 'El país de las últimas cosas' Paul Auster lleva al extremo esta realidad universal y nos presenta un universo donde todo desaparece en el sentido más literal de la palabra. Desde casas hasta bloques de edificios o desde productos lujosos a necesidades básicas como la comida, no hay nada en la novela que esté a salvo de este mal tan simple como aterrador. El mundo se ha convertido en un auténtico caos donde nadie sabe si va a poder ver salir el sol otro día más, y sobrevivir será el único motor que les mantenga en pie, aunque sea del modo más ruin posible.
Y es que Anna, la protagonista de este libro, aunque se sumerja en el caos con un propósito bien claro, pronto deberá restarle importancia para centrarse en su propia supervivencia. Para ello, tendrá que valerse de su soledad y, a veces, de la ayuda de otras personas, aunque esto implique la aparición de sentimientos que posteriormente deberá destruir para poder seguir adelante. Nadie va a negar que también hay oasis de felicidad en aquel desierto de la devastación, pequeños suspiros de alivio y paz que tarde o temprano acabarán cortándote la respiración. Y es que aquí poco importa lo legal o miserable que seas, todos terminan siendo devorados por las entrañas de esta ciudad sin salida.
Auster firma una novela breve de una intensidad pasmosa, con unos pasajes no aptos para lectores sensibles y dotados de una hermosura destructiva que te engancha de principio a fin. La empatía con Anna es instantánea, y sin darte cuenta te conviertes en un superviviente más en esta aventura donde la esperanza es lo único que incita a seguir adelante. No sabes si terminarás desapareciendo como lo hace el resto del mundo que te rodea, y ni siquiera lo sabrás una vez terminada la novela. Pero lo que está claro es que "El país de las últimas cosas" es una lectura imprescindible que esconde un trasfondo psicológico que atemoriza a la población humana desde prácticamente el inicio de su existencia. Puede que no vivamos en un mundo tan caótico como el de la novela, o no al menos del mismo modo. Pero, ¿quién no teme desaparecer? ¿Quién no quiere dejar constancia de su paso por este mundo cuando todo haya terminado?
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