lunes, 23 de junio de 2014

"El país de las últimas cosas", de Paul Auster


Que las cosas desaparecen es algo que el ser humano sabe a ciencia cierta. Objetos, amistades y sentimientos se corroen con el paso del tiempo hasta que un día desaparecen ante tus propios ojos. Sin darte cuenta, terminas una etapa y empiezas otra dejando atrás muchas de las cosas que la identificaban. El mundo y nuestras vidas están en constante cambio, pero es algo que el ser humano no ha sido capaz de asimilar con absoluta tranquilidad.

En 'El país de las últimas cosas' Paul Auster lleva al extremo esta realidad universal y nos presenta un universo donde todo desaparece en el sentido más literal de la palabra. Desde casas hasta bloques de edificios o desde productos lujosos a necesidades básicas como la comida, no hay nada en la novela que esté a salvo de este mal tan simple como aterrador. El mundo se ha convertido en un auténtico caos donde nadie sabe si va a poder ver salir el sol otro día más, y sobrevivir será el único motor que les mantenga en pie, aunque sea del modo más ruin posible.

Y es que Anna, la protagonista de este libro, aunque se sumerja en el caos con un propósito bien claro, pronto deberá restarle importancia para centrarse en su propia supervivencia. Para ello, tendrá que valerse de su soledad y, a veces, de la ayuda de otras personas, aunque esto implique la aparición de sentimientos que posteriormente deberá destruir para poder seguir adelante. Nadie va a negar que también hay oasis de felicidad en aquel desierto de la devastación, pequeños suspiros de alivio y paz que tarde o temprano acabarán cortándote la respiración. Y es que aquí poco importa lo legal o miserable que seas, todos terminan siendo devorados por las entrañas de esta ciudad sin salida.

Auster firma una novela breve de una intensidad pasmosa, con unos pasajes no aptos para lectores sensibles y dotados de una hermosura destructiva que te engancha de principio a fin. La empatía con Anna es instantánea, y sin darte cuenta te conviertes en un superviviente más en esta aventura donde la esperanza es lo único que incita a seguir adelante. No sabes si terminarás desapareciendo como lo hace el resto del mundo que te rodea, y ni siquiera lo sabrás una vez terminada la novela. Pero lo que está claro es que "El país de las últimas cosas" es una lectura imprescindible que esconde un trasfondo psicológico que atemoriza a la población humana desde prácticamente el inicio de su existencia. Puede que no vivamos en un mundo tan caótico como el de la novela, o no al menos del mismo modo. Pero, ¿quién no teme desaparecer? ¿Quién no quiere dejar constancia de su paso por este mundo cuando todo haya terminado?

lunes, 16 de junio de 2014

Dejarse llevar


Saúl se despertó temprano aquella mañana. Estaba desconcertado. No esperaba despertarse tan pronto en su primer día de vacaciones, y menos aún cuando llevaba meses durmiendo una media de seis horas diarias. Se había prometido dormir tantas horas como su cuerpo le pidiese, pero parece ser que su cerebro todavía no estaba alertado del cambio que se acababa de producir en su rutina.

Sin embargo, lejos de enfadarse por aquella traición autónoma y tratar de reconciliar el sueño, sonrió. No tenía motivos para cabrearse por haber dormido poco aquella noche. Hoy su cuerpo le pedía aprovechar el día desde bien temprano, y ya habría otro día en el que pudiese dormir cuanto le vendría en gana.

Sin remolonear en la cama más de lo justo, lo primero que hizo al levantarse fue acercarse a la ventana. El sol estaba radiante, con aquel brillo especial y renovador con el que reluce durante las primeras horas de la mañana. Saúl estuvo un par de minutos observándolo, pensando. Todo parecía estar a su favor, y sería un error garrafal desaprovecharlo quedándose dentro de su habitación. Así que, sin dudarlo ni un momento, se puso el bañador, se calzó unas sandalias -la primera vez desde septiembre-, cogió una toalla y un libro y se marchó a la playa.

Ver el mar no era nada sorprendente para alguien que vivía frente a él el resto del año. Sin embargo, aquella mañana la visión era distinta. Puede que el paisaje fuese igual de maravilloso que siempre, pero era la primera vez que lo estaba disfrutando de verdad. Era la primera vez en casi diez meses en la que volvería a formar parte de él.

El joven sintió la necesidad de descalzarse nada más llegar a la arena. Necesitaba sentirla en sus pies, pese a que su densidad y el calor que desprendía le dificultaban la llegada hasta la orilla del mar. Era una sensación extraña, tal vez masoquista, pero siempre agradable. Cuando quedaban pocos metros de distancia para llegar a la orilla, desplegó su toalla sobre la arena y se sentó allí a observar el imperio acuático que se erigía frente a él. Se habría llevado consigo su inseparable ipod, pero no había sido un despiste habérselo dejado en casa. Esta vez quería escuchar el sonido relajante de las olas, el cual era igual de placentero que aquellas canciones que jamás dejarías de escuchar.

Tras un par de minutos contemplando aquellas aguas serenas y cristalinas, empapándose del sonido de la tranquilidad, Saúl volvió a ponerse en pie, se quitó la camiseta y empezó a andar con paso firme hacia la orilla. El primer contacto de sus pies con el agua fresca fue tan chocante como revitalizante. Estaba fría, como cualquier mañana a aquellas horas, pero eso no lo iba a detener. Siguió adentrándose en aquellas aguas que parecían haberse renovado para él. Otra señal más. 

Cuando el agua ya estaba a punto de llegarle a la cintura, decidió acabar con aquella angustiosa espera y se escabulló. Los escalofríos le provocaron un grito ensordecido, un alarido con el que exorcizó todas las angustias pasadas a lo largo de aquel año. La sensación no pudo ser más refrescante y liberadora. Se sintió empapado de armonía y paz, como si cualquier problema se hubiese quedado fuera del mar. La sensación no pudo ser más refrescante y liberadora. Acto seguido, se tumbó boca arriba y cerró los ojos, sintiendo como su cuerpo y el agua se fusionaban en un mismo elemento. Como si hubiese vuelto a nacer. 

Este verano no iba a dejarse llevar por las esperanzas y las expectativas. Era un error establecer una rutina y unos horarios en una época en que lo esencial era romper la monotonía y el orden. No sabía qué le depararían los próximos meses, pero no le importaba lo más absoluto. El verano estaba hecho para disfrutar el momento, el único momento del año en que tanto el pasado como el futuro no influían lo más mínimo en el presente. Había que dejarse llevar por la corriente, justo como en aquel preciso e inmejorable momento. 

Por ahora, el verano no podría haber comenzado de un modo más perfecto.


lunes, 9 de junio de 2014

"La noche nos alumbrará", de Àlex Pler


Soy uno de esos maniáticos de la lectura que considera que la atracción de un libro depende mucho de la etapa por la que está pasando su lector. Hay libros que abandonaste hace mucho tiempo porque no entendías qué estaban tratando de transmitirte. Has tenido que esperar hasta hoy para atreverte a releerlos y encontrar en sus páginas fragmentos casi calcados a experiencias de tu vida o a sueños que aspiras alcanzar.

Sin embargo, hay novelas que no sólo mantienen intacto su brillo con el paso del tiempo, sino que descubres otras lecturas e interpretaciones cada vez que acudes a sus páginas. Son libros esenciales que necesitas que estén cerca de ti para sentirte mucho más cómodo en tu habitación. Ellos serán el arma que te defenderá de cualquier monstruo que se atreva a irrumpir en tu vida, y lo sentirás con cada página que rozan tus dedos, aunque sea la primera vez que lo hagan.

Las palabras "protección" y "bienestar" son las primeras que me vienen a la cabeza cada vez que recuerdo lo que he sentido con cada uno de los relatos de La noche nos alumbrará. Àlex Pler recoge las mejores entradas de su blog y las convierte en un libro de aventuras donde, al igual que en la vida real, seremos nosotros quienes decidiremos qué camino tomar. Pero lo esencial en cada una de las vertientes de esta "novela" no es llegar a descubrir qué es lo que nos espera al final del trayecto, sino disfrutar de todos y cada uno de los tramos del viaje.

La noche nos alumbrará es un faro en medio de un océano, una botella de agua en un desierto o un abrazo cuando creemos que lo tenemos todo perdido. En todas y cada una de sus páginas hay optimismo sincero y radiante, hay frases que quieres adoptar como mantras y lienzos que arrojan sobre tu propia vida colores tan vivos que ni siquiera antes habías sido capaz de reconocer. Es imposible no sentirte bien al terminar cada una de sus páginas, del mismo modo que es inevitable sonreír cada vez que ves el libro en la estantería. Lo miras con orgullo, agradeciendo cómo los caprichos del destino te han llevado hasta él, y te juras que jamás va a separarse de ti.

En definitiva, Àlex Pler consigue que aquellos que nos acerquemos a su libro podamos volar teniendo los pies en la tierra, riendo ante la adversidad y bailando incluso cuando las canciones que suenen sean tristes. Sabes que va a ser muy difícil ver el lado oscuro de la vida después de haber leído este libro, y es inevitable no terminarlo sin darle las gracias a su autor por alumbrarnos cada noche con sus palabras, aunque a veces pensemos que no las necesitamos. El mundo necesita un optimismo real, del mismo modo que la literatura necesita nuevos y refrescantes escritores como lo es Àlex Pler.

domingo, 1 de junio de 2014

Ghost Stories



Llegar a la cama tras un largo día de estudio, trabajo u ocio siempre es reconfortante. Hemos llegado a nuestro pequeño rincón favorito, y eso sólo quiere decir que hemos logrado superar otra jornada más. Un pequeño éxito que no siempre es fácil de conseguir y que al caer la madrugada celebras dejando que tus ojos se entrecierren mientras tu cuerpo se amolda a ese paraíso terrenal. Dejamos que nuestras vidas desaparezcan durante unas horas porque tenemos la certeza de que está todo bajo control.

Sin embargo, hay ocasiones en las que algo trastoca tu placer más básico. Te has dejado llevar por la seguridad y la intimidad de las sábanas con tanta despreocupación que, sin darte cuenta, has permitido que aparezcan frente a ti sentimientos, deseos y temores que no se dejaban ver con la luz del sol. Te has acomodado tanto en la tranquilidad de la noche que has llegado a olvidar su otra cara. 

La noche no es sólo paz, también son fantasmas y tormentos. Son historias que no terminaron bien, anhelos o deseos de objetivos imposibles y recuerdos de algo que se te escapó materialmente pero que todavía pervive en tu interior. Y es hoy, el día más inesperado, cuando todos ellos te visitan. Y lo hacen en forma de disco.


Coldplay regresa al panorama musical con un pequeño baúl musical repleto de estas historias de fantasmas, recogidas en un álbum íntimo con el que sumergirte en las profundidades de la noche y de tus propios miedos. El miedo a no encontrar un amor verdadero, el temor de haberlo perdido y que este se encuentre en otros brazos o el escalofrío de no poder alejar algunos pensamientos de tu cabeza. Temes que la noche te sumerja en las profundidades de tu propio infierno, de un océano psicológico del que no puedes salir.

Pero, incluso en las noches más oscuras, hay un cielo lleno de estrellas dispuesto a iluminarte y hacerte recordar que todo recordarte que es cuestión de tiempo (y de esfuerzo) que todo se evada. No podemos predecir cuándo, pero sí que tenemos la certeza de que sucederá. Porque como dice Chris Martin en "O", sometimes they arrive, sometimes ther are gone. 


De nada sirve luchar contra aquello que tarde o temprano deberemos afrontar para lograr superarlo. Hay que dejarse llevar por la magia de la realidad, la que nos demuestra cada día que el sol vuelve a iluminar tu habitación tras una larga noche de insomnio.