jueves, 27 de febrero de 2014

"Her", la realidad del artificio

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No descubro un secreto ancestral al decir que el boca-oreja es la mayor promoción que puede tener cualquier obra de arte en la actualidad. Gracias a ello no sólo llegamos a leer, escuchar o visionar cosas que por nuestra cuenta no habríamos hecho nunca, sino que además te crean una sensación de necesidad por aproximarte a ellas y dejarse llevar por su contenido.

Algo así me ocurrió con Her, una película que llegó a mí hace ya un par de meses por la de comentarios y críticas que se dejaban ver por las distintas redes sociales, encumbrándola incluso antes de ser exibida. Una película futurista, supuestamente de ciencia-ficción, se convertía en el drama más conmovedor de los últimos meses. Y yo me pregunté: ¿por qué una película tan aparentemente lejana a nuestra realidad está consiguiendo trastocar o hacer reflexionar a todos aquellos que la ven?

La historia de Her es bien simple. Theodore es un hombre con el corazón roto, obstinado a vivir una vida que dejó de emocionarle cuando se separó de su esposa. Ahora se dedica a escribir cartas y dedicatorias ajenas, enfrentándose día a día a esos sentimientos que acaban con él inconscientemente, y aislándose del mundo que le rodea gracias a los distintos entretenimientos que ofrece la tecnología de esa época ligeramente avanzada a la nuestra. Pero entre tanto aislamiento social, Theodore descubre la existencia de un nuevo sistema operativo que dispone de un complejo mecanismo de Inteligencia Artificial personalizable con el que puede satisfacer todas las necesidades del usuario. Y así es como conoce a Samantha, una voz que cambiará el resto de sus días y, probablemente, su vida. El resto, ya lo descubriréis por vuestra cuenta si decidís acudir a verla algún día.

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Con una historia bien contada, una fotografía evocadora y unas interpretaciones más que magníficas -es imposible no desear abrazar a Joaquin Phoenix en algún momento del metraje-, Her viene a demostrarnos que aquello que el ser humano busca, ha buscado y seguirá buscando durante la existencia de nuestra especie es sentirse querido. Da igual que nos creemos falsos sentimientos de autosuficiencia o que nos empeñemos en vivir en un mundo donde se priorice mantener contacto con otros a través de mil pantallas. El ser humano huye de la soledad, necesitando sentirse querido por alguien -o algo- para dar lo mejor de sí mismo o para no hundirse cuando todo se viene abajo. Necesita unos labios que lo besen, unos brazos que lo abracen y un cuerpo con el que poder consumar unas necesidades tan instintivas como vitales. O hay veces que incluso se "conforma" con mantener una relación intelectual placentera y satisfactoria, y lo digo entre comillas porque probablemente es aquello más difícil de conseguir.

Y es que es imposible no salir desencajado de la sala de cine tras ver esta película. Probablemente porque lo más extraño de Her es tener la sensación de que te está contando una situación totalmente normal en un futuro no muy lejano. ¿O acaso no reímos, lloramos y nos emocionamos viendo una película a través de una pantalla o escuchando cierta música desde nuestros auriculares? Efectivamente, nos asemejamos a Thedoroe más de lo que pensamos.

 

martes, 18 de febrero de 2014

Caín, de José Saramago



Hay veces que el ser humano tiene la extraña manía de rechazar inexplicablemente cosas que nunca ha probado, decidiendo que no le atraen o no le gustan porque su cerebro así lo ha decidido. Pero la mayoría de veces, si nos atrevemos a dejar estos prejuicios a un lado y arriesgarnos, siempre terminamos pensando en cómo habíamos pasado tanto tiempo sin ello.

Esa fue mi experiencia con José Saramago, un autor al que yo tenía totalmente encasillado en géneros literarios que no me atraían demasiado y que, una vez más, me demuestran que cualquier historia o género literario puede ser maravilloso cuando el creador también lo es.

En Caín asistimos a una versión del Antiguo Testamento muy diferente al que se nos ha mostrado tropecientas veces en las escrituras bíblicas. José Saramago da un giro de tuerca a uno de los personajes más odiados por el cristianismo y lo convierte en absoluto protagonista -o espectador, depende del enfoque que le queramos dar- de esta disparatada y divertida historia que pone a Dios contra las cuerdas y que nos hace reflexionar sobre qué o quién es el verdadero villano de aquellas historias.

Con un humor absolutamente hilarante y mordaz, el lector podrá sumerirse en los viajes temporales de Caín y su jumento y releer historias como las de Moisés, Abraham o Noé muy distintas a las que nuestra mente tenía más que asentadas. Un libro para disfrutar en cada una de sus páginas al mismo tiempo que alimentas tu espíritu crítico respecto a cánones tradicionales de la civilización occidental.

Y es que, como bien me dijo el encargado de que este Caín llegase a mis manos, estudiar religión con este libro sería muchísimo más divertido...y creíble.


viernes, 14 de febrero de 2014

Sobrevivir a San Valentín

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 Si habéis salido a la calle a lo largo de esta semana, habréis comprobado que hay una cierta tensión en el ambiente. Y no es por culpa de esa ciclogénesis explosiva que los medios de comunicación nos venden como una nueva catástrofe medioambiental patrocinada por Michael Bay, sino por la proximidad de una fecha que levanta tantas pasiones como odio.

San Valentín es esa fecha donde las mujeres esperan el regalo de sus vidas, los hombres se dejan la vida buscando esos regalos y la maquinaria del comercio se frota las manos por lo patéticamente absurdos que podemos ser los seres humanos repetidas veces a lo largo del año.

No voy a decir que estoy en contra de un día como este porque no crea en el amor -de hecho, quien me conozca sabe que es todo lo contrario-, sino por el hecho de que fechas como esta deslucen por completo el resto de días. ¿Quién es peor novio por querer a su pareja del mismo modo los 365 días del año? ¿Tiene menos importancia darle una sorpresa a la persona que quieres sólo por el hecho de dársela un 19 de julio? Una vez más, el consumismo occidental gana esta partida carente de moralidad y sentido común -porque ya me diréis qué sentido tiene, por ejemplo, luchar contra el cáncer un sólo día y olvidarnos de él el resto del año-.

Como no quiero amargarles al día a aquellos que han caído presa del consumismo, ni tampoco a aquellos que no tengan nadie con quien celebrarlo, os diré que hoy es el Día de los Enamorados, pero nadie ha dicho a qué tipo de amor hace referencia. Por eso, lee una novela si tu pasión es la lectura, disfruta de una de tus películas favoritas si eres un amante del cine, o atibórrate a chocolate si ese es el motivo por el que late tu corazón.

Enamoraros de la vida, que es con la que tendréis que compartirlo todo hasta el fin de vuestros días.